Con la cercanía de la temporada navideña llegan todas las costumbres
venezolanas ya sean agradables, pintorescas y en mi opinión otras no tan
agradables; y aquí es donde ubico la tradicional alcancía en forma de cochino que se coloca en diferentes
lugares públicos y privados.
Pareciera ser que el cochino otorga un permiso para pedir propina de la
manera más descarada posible, lo cual se extiende a la petición del bono
navideño por parte de quienes creen o consideran lo merecen después de un año
de trabajo. A mi me resulta muy desagradable que me pidan la propina. Primero
que nada porque la propina es algo que se otorga de manera voluntaria cuando se
recibe un buen servicio, que, seamos sinceros, no abunda en Venezuela. De
manera que me parece algo descarado que un prestador de servicio se sienta con
licencia para pedir propina sabiendo que no ofrece el mejor servicio.
Segundo, si nos ponemos a contar la cantidad de lugares a los que debemos
ir durante un día, imagínense a cuanto podría ascender el monto que sale
de nuestros bolsillos en propinas; y la verdad es que Venezuela es otra. No
podemos ni estamos en capacidad de demostrar nuestra bondad con propinas a
cada persona que nos atiende en cada lugar al que acudimos. Sí, porque el
cochinito está en todas partes, y si no está el cochinito, está quien pide su
aguinaldo descaradamente.
En tan solo un día podemos ir a la panadería, por pan y leche, jugo o
cualquier otro artículo; al kiosco por el periódico; al abasto, al supermercado
donde también la cajera tiene su cochinito y el empaquetador que también debe
recibir su propina. En la carnicería por supuesto que tienen un cochinito. En el
centro comercial, obvio que la chica del estacionamiento tiene un cochinito, el
parquero, el señor que lava el carro. Sin
dejar de mencionar las tiendas donde acudimos por nuestros regalos de navidad,
la que nos atiende, la que envuelve los regalos, la cajera, si, todos tienen un
cochinito.
En el banco, en el banco me resulta tan desagradable, porque es la ocasión que tienen algunos para asegurarse que en próximas visitas al banco se recibirá un buen servicio y trato privilegiado. Por eso no es raro ver a las cajeras con botellas de licor, cestas de artículos, chocolates y golosinas delicadamente exhibidas en sus puestos de trabajo.
En el banco, en el banco me resulta tan desagradable, porque es la ocasión que tienen algunos para asegurarse que en próximas visitas al banco se recibirá un buen servicio y trato privilegiado. Por eso no es raro ver a las cajeras con botellas de licor, cestas de artículos, chocolates y golosinas delicadamente exhibidas en sus puestos de trabajo.
Si estás en la escuela o universidad pasas por el cafetín, por el centro
de copiado, por la proveeduría estudiantil o la de los profesores. En cada
lugar hay por lo menos un cochinito, si porque puede haber más de uno. Una cosa que
no he entendido es esa cultura por lo menos en mi universidad de hacer una
colecta para otorgarle al chofer del transporte un regalo navideño, o un bono
de fin de año, supuestamente porque no recibe este beneficio de manera formal; pero
y ¿porqué debe salir del bolsillo de los usuarios del transporte?. Algo similar
sucede con obreros y secretarias; quienes si reciben un bono navideño. No
podemos olvidar, que si la escuela o universidad también es nuestro lugar de
trabajo, habrá alguien a quien se le ocurra que es una buena idea hacer un
intercambio de regalo, que no es lo mismo que el amigo secreto. De cualquier
manera aunque suene divertido, implica un gasto económico.
Si, estás en un hospital, debes ir a la farmacia a comprar tus medicinas,
que dicho sea de paso están carísimas; el comedor o cafetín donde debes ir
mientras vas a tu cita o acompañas a un paciente o eres el paciente, en todos
estos lugares encuentras un cochinito. Está la enfermera a quien debes
mostrarle tu agradecimiento por la atención, el camillero que te lleva y te trae a
donde necesites ir, el doctor o doctora obviamente, en fin, así podríamos
seguir nombrando a todos aquellos que nos atienden pero quienes realmente están
cumpliendo con su trabajo, por el cual ya reciben un sueldo, aunque este no sea
el mejor.
Lo peor y más descarado, son los empleados de la electricidad y el aseo
urbano, que llegan a tu casa te tocan la puerta y te dicen “mire señora que
estamos pasando a recoger nuestro aguinaldo”. Uno obviamente se queda perplejo,
sorprendido y sin saber que decir ante soberano descaro. Estas son personas que
reciben un sueldo, tienen beneficios y con toda seguridad reciben un bono de
fin de año. ¿Quién les dijo a estos señores que la gente está obligada a darles
un “aguinaldo”?
Yo soy profesora, para nadie es un secreto que el sueldo de los profesores
no se ha incrementado desde hace cuatro años, de manera que aunque quisiera
demostrar mi agradecimiento no me alcanzaría para darle a cada persona que me
presta un servicio a diario. En fin, tan
solo como ejemplo de lo desagradable que todo esto me resulta, les pregunto
¿que pensarían si al llegar a mi salón de clase u oficina se encuentran con
esto?:
“Estimado alumno a fin de hacer agradable la presentación y posterior
revisión de su examen se le agradece su contribución al cochinito de la
profesora, la misma, sin embargo, no es garantía de aprobación de la materia,
sino su cooperación para reunir un merecido bono de fin de año por mi arduo
trabajo en pro de su educación”
Así me siento
cada vez que alguien me pide una propina. No estoy en contra de la propina como
un acto voluntario y muestra de agradecimiento por un buen servicio, estoy en
contra del abuso del cochinito y la incultura de la propina descarada.