Pareciera que en estos tiempos cualquiera puede auto definirse como
defensor de derechos humanos. Está bien que hablemos de derechos humanos, que
queramos ser justos y que hasta nos apasionemos por su defensa; pero antes de
calificarnos o auto denominarnos activistas y/o defensores debemos tener claro
lo que esto implica en la práctica, pues no puede quedarse todo en el titulo o
en las palabras “activismo” o “derechos”.
El activismo, según la RAE, se define como la “dedicación intensa a una
determinada línea de acción en la vida pública”. Una causa pública puede ser de
tipo social, político o religioso, y yo agregaría una causa de tipo ambiental.
Por su parte, el activista se define como un “militante de un movimiento
social, de una organización sindical o de un partido político que interviene
activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas”. Por lo tanto, ser una activista significa defender una
causa. Aunque esto en ocasiones se
asocie con ser un agitador o un revoltoso.
Las acciones en las que usualmente participa un activista son muy variadas
siempre que estén dentro del marco de la legalidad, estás van desde la
redacción de documentos, cabildear (acciones políticas) boicot, efectuar reuniones, convocar a ruedas
de prensa para hacer declaraciones a favor de la causa o en protesta por una
acción contraria a la causa que se defiende, manifestaciones, protestas, realización de
pancartas, marchas, entre otras.
El activismo, en mi opinión, puede ejercerse de manera individual; es decir,
no es necesario pertenecer a una organización o comité o sindicato para
defender una causa, aun cuando así lo considere la mayoría. Durante un tiempo,
y de manera muy intensa, me involucré como activista por la defensa de los
derechos de los animales, en especial de los perros. No pertenecía a ninguna
organización pero participaba en todas las actividades convocadas en favor de
los animales.
Dentro de la amplia
variedad de causas a la que puede dedicarse un activista se puede
mencionar la causa ambiental, por
ejemplo, el promover la protección de la capa de ozono, el efecto invernadero;
la causa política, como el derecho a la libertad de expresión, la participación
en elecciones; la defensa de los animales como la prohibición de las corridas
de toros; las causas sociales son muy
amplias, pero se puede mencionar las exigencias de mejores servicios públicos
como agua, aseo, telefonía, internet. Aunque muchas de estas cusas están
relacionadas con los derechos humanos, el activista no necesariamente está en
conocimiento de las normas establecidas en los tratados internacionales o de la
parte formal, por así decirlo. Su área de acción puede ser de manera local, muy
puntual dentro de su comunidad, pero no necesariamente limitada. Su acción
también puede ser regional o nacional. De cualquier manera, no resulta muy
fácil delimitar las acciones de un activista pues las mismas, en ocasiones, se
desarrollan como reacción espontánea en un momento de crisis particular.
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