jueves, 22 de noviembre de 2012

El cochinito de navidad y la incultura de la propina


Con la cercanía de la temporada navideña llegan todas las costumbres venezolanas ya sean agradables, pintorescas y en mi opinión otras no tan agradables; y aquí es donde ubico la tradicional  alcancía en forma de cochino que se coloca en diferentes lugares públicos y privados.


Pareciera ser que el cochino otorga un permiso para pedir propina de la manera más descarada posible, lo cual se extiende a la petición del bono navideño por parte de quienes creen o consideran lo merecen después de un año de trabajo. A mi me resulta muy desagradable que me pidan la propina. Primero que nada porque la propina es algo que se otorga de manera voluntaria cuando se recibe un buen servicio, que, seamos sinceros, no abunda en Venezuela. De manera que me parece algo descarado que un prestador de servicio se sienta con licencia para pedir propina sabiendo que no ofrece el mejor servicio.

Segundo, si nos ponemos a contar la cantidad de lugares a los que debemos ir durante un día, imagínense a cuanto podría ascender el monto que sale de nuestros bolsillos en propinas; y la verdad es que Venezuela es otra. No podemos ni estamos en capacidad de demostrar nuestra bondad con propinas a cada persona que nos atiende en cada lugar al que acudimos. Sí, porque el cochinito está en todas partes, y si no está el cochinito, está quien pide su aguinaldo descaradamente.

En tan solo un día podemos ir a la panadería, por pan y leche, jugo o cualquier otro artículo; al kiosco por el periódico; al abasto, al supermercado donde también la cajera tiene su cochinito y el empaquetador que también debe recibir su propina. En la carnicería por supuesto que tienen un cochinito. En el centro comercial, obvio que la chica del estacionamiento tiene un cochinito, el parquero, el señor que lava el carro.  Sin dejar de mencionar las tiendas donde acudimos por nuestros regalos de navidad, la que nos atiende, la que envuelve los regalos, la cajera, si, todos tienen un cochinito. 

En el banco, en el banco me resulta tan desagradable, porque es la ocasión que tienen algunos para asegurarse que en próximas visitas al banco se recibirá un buen servicio y trato privilegiado. Por eso no es raro ver a las cajeras con botellas de licor, cestas de artículos, chocolates y golosinas delicadamente exhibidas en sus puestos de trabajo. 

Si estás en la escuela o universidad  pasas por el cafetín, por el centro de copiado, por la proveeduría estudiantil o la de los profesores. En cada lugar hay por lo menos un cochinito, si porque puede haber más de uno. Una cosa que no he entendido es esa cultura por lo menos en mi universidad de hacer una colecta para otorgarle al chofer del transporte un regalo navideño, o un bono de fin de año, supuestamente porque no recibe este beneficio de manera formal; pero y ¿porqué debe salir del bolsillo de los usuarios del transporte?. Algo similar sucede con obreros y secretarias; quienes si reciben un bono navideño. No podemos olvidar, que si la escuela o universidad también es nuestro lugar de trabajo, habrá alguien a quien se le ocurra que es una buena idea hacer un intercambio de regalo, que no es lo mismo que el amigo secreto. De cualquier manera aunque suene divertido, implica un gasto económico. 

Si, estás en un hospital, debes ir a la farmacia a comprar tus medicinas, que dicho sea de paso están carísimas; el comedor o cafetín donde debes ir mientras vas a tu cita o acompañas a un paciente o eres el paciente, en todos estos lugares encuentras un cochinito. Está la enfermera a quien debes mostrarle tu agradecimiento por la atención, el camillero que te lleva y te trae a donde necesites ir, el doctor o doctora obviamente, en fin, así podríamos seguir nombrando a todos aquellos que nos atienden pero quienes realmente están cumpliendo con su trabajo, por el cual ya reciben un sueldo, aunque este no sea el mejor.  

Lo peor y más descarado, son los empleados de la electricidad y el aseo urbano, que llegan a tu casa te tocan la puerta y te dicen “mire señora que estamos pasando a recoger nuestro aguinaldo”. Uno obviamente se queda perplejo, sorprendido y sin saber que decir ante soberano descaro. Estas son personas que reciben un sueldo, tienen beneficios y con toda seguridad reciben un bono de fin de año. ¿Quién les dijo a estos señores que la gente está obligada a darles un “aguinaldo”?

Yo soy profesora, para nadie es un secreto que el sueldo de los profesores no se ha incrementado desde hace cuatro años, de manera que aunque quisiera demostrar mi agradecimiento no me alcanzaría para darle a cada persona que me presta un servicio a diario.  En fin, tan solo como ejemplo de lo desagradable que todo esto me resulta, les pregunto ¿que pensarían si al llegar a mi salón de clase u oficina se encuentran con esto?:
“Estimado alumno a fin de hacer agradable la presentación y posterior revisión de su examen se le agradece su contribución al cochinito de la profesora, la misma, sin embargo, no es garantía de aprobación de la materia, sino su cooperación para reunir un merecido bono de fin de año por mi arduo trabajo en pro de su educación” 

Así me siento cada vez que alguien me pide una propina. No estoy en contra de la propina como un acto voluntario y muestra de agradecimiento por un buen servicio, estoy en contra del abuso del cochinito y la incultura de la propina descarada.