50 años de Stonewall
La noche del 28 de junio de 1969, un grupo de
mujeres lesbianas, hombres gays y mujeres trans, decidieron decir basta contra
los abusos policiales y la extorsión a la que eran sometidos por ser homosexuales.
Ese grito para decir basta se transformó
en una marcha anual desde el año 1970, que sería replicada en cientos y miles
de ciudades alrededor del mundo.
Cincuenta años más tarde las razones que dieron
origen a esa revuelta siguen existiendo. Hoy en día en siete países la
homosexualidad es castigada con la pena de muerte y en 70 países ser homosexual
sigue siendo ilegal.
Por otro lado, en al menos 25 países las
parejas homosexuales pueden legalizar su unión a través del matrimonio civil,
en otras pueden hacerlo a través de una unión civil o unión de hecho. En otros
tanto se prohíbe la discriminación por razón de la orientación sexual. En algunos otros se prohíbe la discriminación por
razón de identidad y expresión de género y se reconoce la identidad legal auto
percibida a las personas trans e intersex, permitiéndoles así cambiar de nombre
y sexo en sus documentos de identidad.
Pero aún falta mucho, por eso sigue siendo
necesario salir a las calles cada 28 de junio y participar en la Marcha del
Orgullo en cada ciudad o país donde nos encontremos.
Hemos logrado cambiar el mundo, poco a poco, cuando
decidimos salir del closet e ir a la calle para manisfestarnos fue para nunca más
volver a escondernos, porque sabemos que tenemos derechos. Tenemos derechos
civiles y políticos, tenemos derechos económicos sociales y culturales. Cada
uno de los 30 derechos mencionados en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos nos pertenece por el simple hecho de ser humanos, aunque algunos pocos aún
se empeñen en decir lo contrario.
Venezuela
En Venezuela, la celebración por los 50 años de
los disturbios de Stonewall nos encuentra sumidos en una terrible Emergencia
Humanitaria Compleja que sin duda ha afectado a las personas LGBTI de manera
diferenciada y agravada. La pre-existente situación de negación de derechos se
suma la terrible situación originada en un conflicto político que ha afectado a
la economía y todos los aspectos de la sociedad como la salud, la educación e
inclusive la cultura.
En Venezuela aún no existe una ley que proteja
a personas LGBTI de la discriminación generalizada que padecemos. Tampoco pueden las parejas del mismo sexo
legalizar y protegerse legalmente a través del matrimonio o la unión de hecho.
Y las personas trans e intersex no pueden reconocer legalmente su identidad
auto-percibida y cambiar su nombre, sexo y género en su documentación oficial.
Ahora se enfrentan a la escasez de alimentos y
medicamentos, a la falta de empleo, y a la imposibilidad de emprendimiento ante
las múltiples dificultades económicas en el país. Toda esta situación ha
obligado a las personas LGBTI a formar parte de los millones de venezolanos que
se han visto forzados a emigrar, con todos los riesgos a los que se enfrentan
en medio de una migración no planificada y como parte de un grupo vulnerable
debido a sus características individuales. Como podemos ver hay muchas más
razones para salir a marchar, a protestar y a exigir nuestros derechos.
Las marchas en
Venezuela
La primera marcha en Venezuela se realizó en
Caracas en 1997, una marcha nocturna en medio de muchos temores. Pero la
primera gran marcha masiva se realizó en junio del 2001 con la organización de
la Red GLBT, integrada en ese entonces por Alianza Lambda, Amazonas de
Venezuela, Iglesia de la Comunidad Metropolitana de Venezuela, Acción
Solidaria, RGV+/Red venezolana de Gente Positiva, Sociedad Wills Wilde, el
Colectivo Tendencias y Unión Afirmativa de Venezuela.
Esta coalición existió hasta 2004
aproximadamente y entonces la organización de la Marcha la asumió Alianza
Lambda hasta 20016 cuando se crea la organización Orgullo GLBT exclusivamente
para organizar la marcha. En el camino esta organización pasa a identificarse
con el gobierno de Hugo Chávez y sus políticas y, por ende, la marcha pasa a representar
una parcialidad partidista, los camiones de música comienzan a mostrar imágenes
de Chávez y canticos con mensajes alusivos al gobierno. En 2010, aparece otro
grupo político con diferencias de intereses debido a los continuos cambios del
recorrido (origen y llegada). Durante tres años seguidos hubo inclusive agresiones
físicas entre activistas identificados con el gobierno con denuncias de corrupción
que hicieron que las organizaciones independientes como Unión Afirmativa optaran
por no participar.
En los últimos dos o tres años en las publicaciones
posteriores a la marcha los titulares reseñan el “apoyo de la sexodiversidad al
gobierno revolucionario”, lo cual es absolutamente falso. Muchas de las
personas que marchan en Caracas o en cualquier otra ciudad en Venezuela lo
hacen porque es la única oportunidad de salir a expresarse con libertad. La mayoría
ni siquiera sabe que es una marcha financiada por el gobierno nacional y organizada por
personas ligadas con el gobierno.
La gente tiene derecho a marchar sin que su
presencia sea utilizada para mentir en favor de una parcialidad política y partidista. Este
aspecto lejos de promover la unión contribuye a que se eleve el rechazo a
quienes de manera deliberada los utilizan y chantajean. Pues sí, la polarización
política del país penetro una lucha social contra la opresión, la extorsión y
la discriminación por parte de cuerpos policiales como en Stonewall; a ser
extorsionados y chantajeados por personajes que son parte del gobierno que oprime
a través de la negación de derechos humanos.
Viejos vicios
El gobierno de Chávez y Maduro se han
caracterizado por llevar a cabo el conocido pink-washing, apoyo propagandístico,
sin acciones afirmativas concretas. Nada de políticas públicas, ni planes, ni
medidas, negar esta realidad es seguir en el juego partidista. Discurso que es
repetido por algunos activistas políticos que les siguen el juego.
Nuevos caminos
Las marchas tienen que volver a ser una
iniciativa social de las organizaciones desligadas del gobierno de turno, pero
si acompañadas por las instituciones del Estado. Dicho acompañamiento y apoyo deben
ser en la práctica con el correspondiente reconocimiento de derechos. No como
una estrategia publicitaria o de propaganda para decirse inclusivos mientras
que se siguen negando derechos.
En algunos países como EEUU y Canadá las
marchas se han convertido en fiestas, en otros países como Rusia y otros en el
continente africano son lugares para la persecución a personas LGBTI. En otros
como en Venezuela son espacios que generan sentimientos encontrados entre el
deseo a ser libre aunque sea por unas horas, la frustración de no haber logrado
aún nuestros derechos y el secuestro de la marcha y nuestra presencia para
favorecer una parcialidad política opresora. Es como si estuviésemos traicionando
el espíritu inicial de Stonewall, la lucha contra el opresor.
Vendrán mejores tiempos en los que nos
encontremos con funcionarios públicos conscientes de su responsabilidad para
con el cumplimiento de la ley y los estándares internacionales en Derechos Humanos
en Venezuela. Mientras tanto seguimos trabajando todos los días por el derecho
a la igualdad y el derecho a la no discriminación debido a nuestra orientación sexual,
identidad o expresión de género.
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