Luego de varios episodios de dolor abdominal que me inmoviliza, debilita y
me hace sudar y temblar, y había sufrido y posteriormente ignorado, decidí ir
a la consulta con un gastroenterólogo.
Lo primero que debía decidir era a donde ir. Luego, escoger un doctor;
aunque ya me habían recomendado a alguien en la Clínica La Floresta, me parecía
como muy lejos ir hasta allá. Eso no sería más que una excusa para no ir. Dado que hace poco tuve una buena experiencia
en el CDD Las Mercedes, escogí seguir allí. La atención en la recepción no me
parece eficiente, pero bueno nada es perfecto.
Busqué entonces en el directorio los nombres de los gastroenterólogos.
Escogí el primero que vi en la lista. Una Dra., llamé y solicité la cita. La mayoría de los
doctores aún estaban de vacaciones, solo había una disponible en el horario que
a mí me conviene. Acordé entonces
asistir a la cita el día viernes 23 de
agosto. La cita era para las 2:00 p.m., pero la chica me dice que debo llegar a
la 1:00 para hacer el trámite administrativo (otra manera de decir: pagar) y
que la atención es por orden de llegada. Me parece algo exagerado tener que
estar una hora antes. Llegado el día, decido ir, pero por alguna razón que no
recuerdo llegué a las 2:30. En la recepción me piden llenar una planilla,
entregar la cédula de identidad y esperar a que un aparato (similar al que usan
en restaurantes de comida rápida) que vibra y suena me avise que es mi turno para
ir a pagar. 30 minutos más tarde, aún no
me llaman. Decido subir al piso donde está el consultorio de la
gastroenterólogo para avisar que había llegado pero la ineficiencia de la
recepción no me había permitido llegar.
A las 3:00 pm, la doctora aún no ha llegado y ya había tres pacientes
antes de mí. Calculando que la dra llegara, se tarde un promedio de 30 minutos
con cada paciente, mi turno sería a las 5 p.m. Era imposible que me quedara
hasta esa hora pues tenía un compromiso en Altamira, por lo tanto le digo a la
secretaria que me voy y que por favor reprograme mi cita. Obviamente molesta
por la impuntualidad de la doctora. Mi próxima vez me la asignaron para el día
viernes 30 a las 2.00 pm.
El día miércoles 28, recibo una llamada telefónica de la clínica, era la
secretaria del consultorio de gastroenterología. Llamaba para avisarme que la
cita había sido cambiada para el mismo día pero en la mañana a las 10 u 11 a.m.
porque la Dra, tenía un compromiso en la tarde.
Accedo a asistir, pero no puedo ignorar que nuevamente ese cambio intempestivo constituye una nueva
falta de respeto al tiempo del paciente, en este caso a mi tiempo. Pensé que, no puedo respetar a una persona y
mucho menos poner mi salud en manos de alguien que me irrespeta como persona,
como paciente y como cliente que contribuye a su bienestar económico como
doctora. Llegado el día viernes 30, entre una cosa y otra y quizás por la
molestia del cambio, mi auto-saboteo por miedo a ir al gastroenterólogo se me
pasó la hora y no acudí a la cita. La
semana siguiente llamé para solicitar una nueva cita y un nuevo doctor o
doctora que fuese puntual. Me dieron la cita para el día lunes 23 de septiembre a las 2:00 p.m. A esa hora
llegué pues me niego a perder mi tempo en un trámite administrativo y en la
espera de un doctor.
En serio, a los doctores hay que recordarles que no deberían irrespetar a
quienes contribuimos con sus finanzas. No hay justificación alguna para hacer que un paciente
espere tres y/o cuatro horas para ser atendido. Mucho menos en un servicio como
gastroenterología en el que para hacerse cualquier examen se debe estar en
ayunas. Lo que ocasiona debilidad, mareos, acidez estomacal, etc. Un
poquito de respeto al paciente por favor.
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