jueves, 31 de octubre de 2019

Adiós, Catia

Calle El Nacimiento, Edificio 8

Catia es considerada el corazón de la Parroquia Sucre en el Municipio Libertador. La Parroquia Sucre está ubicada al norte-oeste de la ciudad, hace frontera con el Estado Vargas por el norte, conectada con la Autopista Caracas - La Guaira y la urbana Autopista Francisco Fajardo, siendo el eje vial fundamental de la Parroquia Sucre la Avenida Sucre. Catia esta subdividido en sectores y sub-barrios, como Los Flores de Catia, Los Magallanes de Catia, Caribe, Propatria, La Silsa, Alta Vista, Gramoven, Los Frailes, Ruperto Lugo, El Cuartel; así como otros sectores como Blandín, Casalta, Barrio Isaías Medina Angarita, Lomas de Urdaneta y Ciudad Caribia.

Luego de haber vivido en La Tahona, Chaguaramos, Bello Monte, Colinas de Bello Monte, La Tahona, por segunda vez, La Urbina, Altagracia, Fuerzas Armadas, en ese orden, un mes de julio del año 2006, llegue a Catia, un lugar que me salvo de una emergencia, al no encontrar un lugar donde vivir durante una búsqueda de tres meses. No quería, estaba renuente a vivir en Catia, sentía miedo, me parecía lejos y muy alejado de mi zona de trabajo. Me toco adaptarme, aprender unas nuevas dinámicas de vida.

El primer recuerdo que tengo de la zona para esa fecha, es un robo del que fui objeto en una camioneta camino al corazón de Catia. Un fulano se sentó a mi lado en la camioneta, me apunto con un arma y me obligo a entregarle un anillo de oro que usaba en mi mano derecha, y que por descuido había olvidado quitarme. 

Al año siguiente, 2007, pude comprarme un carro y era muy poco el tiempo que pasaba en el lugar, básicamente lo usaba para dormir, por lo tanto, no me enteraba mucho de lo que sucedía a mi alrededor en la zona durante el día. Hasta el año 2011 cuando decidí vender el carro. No tener carro y haber perdido un dos de los tres empleos que tenía me obligo a trabajar desde casa haciendo traducciones. Entonces comencé a sufrir el caos que rodeaba el lugar donde vivía, la calle El Nacimiento en Catia. Hasta el día de hoy, no tengo claro si vivía en los Flores de Catia o en los Frailes de Catia.

Entre 2012 y 2013, estuve muy ocupada en mi trabajo de tesis de grado, era crucial para mí poder disfrutar del silencio necesario para leer y escribir. Eso resultaba casi imposible al tener como vecinos un taller de motos, dos restaurantes, una clínica, una licorería y una empresa de pinturas. Demasiada actividad comercial y, además, el ruido infernal de la música de los vecinos.  A partir de ese año, 2013, en adelante, mi vida en esa calle se transformó en un infierno.


En 2015, me toco hacer una denuncia pública en mi blog, luego de haber recibido amenazas de ser quemada viva en mi casa, por uno de los clientes del local de motos y unos de los empleados del taller de motos, en una de las muchas ocasiones que les exigía no reparar motos frente a mi casa.

En algún momento, se me ocurrió contratar el servicio de televisión por cable de Directv, por una subida de precios que no puede aguantar, retire el servicio. Pues mis queridos vecinos se robaron la antena, el cable y toda la instalación. En otra ocasión, decidí contratar el servicio de televisión por cable de la zona que era considerablemente más económico que Directv. Durante un apagón eléctrico, mis vecinos cortaron el cable por pura maldad. Los técnicos de la empresa fueron, revisaron y en efecto, me confirmaron que el cable había sido cortado con un cuchillo. Hicieron una reconexión con dos aparaticos, pues un tiempo después se robaron las conexiones, para ese momento ya no tenía televisión pues se me había dañado y decidí no comprar un tv nuevo, bueno, en realidad no podía comprarlo.

Quizás ellos (mis vecinos) crean que yo no sé quién me robo y quien me hizo todas esas cosas, se equivocan. Se exactamente quien lo hizo porque siempre estaba en casa, aunque la ventana estuviese cerrada. Fue la medida que adopte para evitar el ruido y evitar que supieran cuando estaba o no estaba. Entonces me di cuenta que estaba presa en mi casa.

Comencé a evitar salir durante el día para no tener que toparme con nadie. Luego llego una vecina que instalo una peluquería al lado de mi casa. A ella le molestaban mis perros y que yo limpiara mi casa con agua y kreolina para evitar las garrapatas. Entonces era otra molestia. En algún momento se acercó a mi casa a pegarme gritos e insultarme. La agresora termino llamándome puta. Imagínense, llamarme puta a mí. Pero en fin, los insultos son un reflejo de quienes los usan y además los gritan. O como dice un refrán popular, cada ladrón juzga por su condición.

La calle El Nacimiento de un día a otro se revelaba ante mí como un caos insoportable, que ya no estaba dispuesta a aguantar. La peluquería que bloqueaba la acera, el taller de motos que hacía lo mismo que la peluquería y entre ambas competían por colocar la peor música y una más alta que la otra. El restaurante que atravesaba las sillas y mesas en la acera.  La barbería que colocaba una venta de chucherías en el frente y una silla de espera para tres personas donde últimamente se sentaban los motorizados del servicio de mototaxi que se instaló en la esquina. Y para completar el paquete una venta de perros calientes cuyo dueño aprovechaba la oscuridad de la noche para hacer sus necesidades en el kiosko de la avenida, cercano a la esquina. Sin dejar de mencionar la venta de jugos en la esquina que hizo aún más caótica la calle con gente haciendo cola para comprar. Todo eso de un solo lado de la acera sobre mi casa. 







En el otro lado de la acera, en frente de mi casa, el caos lo provocaba una licorería, que en el presente año 2019, comenzó a hacer reparaciones de automóviles en combinación con uno de los empleados del taller de motos. Y los fines de semana, una de las hijas de uno de los dueños de la licorería instalaba una venta de parrilla improvisada en la calle. Los camiones de la empresa de pintura que se paraban en frente de mi casa y dejaban los camiones prendidos mientras los cargaban, cuyo humo entraba a mi casa. 

La música de diferentes apartamentos sonando al mismo tiempo cualquier día y a cualquier hora completaban el caos que transformo la calle en una zona no apta para mantener una vida digna, salud mental y momentos de paz.

Quizás se me pase alguna que otra acontecimeinto, pero fueron demasiadas cosas que en lugar de mejorar empeoraban. Todo esto y más me obligaron a decidir tener que salir de esa zona para poder vivir en paz. Sentía que estaba presa, evitando salir durante el día, mantener la ventana cerrada, no, eso no es vida. 

Un agosto de 2019, afortunadamente, tome la decisión de mudarme y, afortunadamente, conseguir un lugar a donde hacerlo. En septiembre logre mudarme a un nuevo lugar en Caracas. Me tomo dos meses mudarme totalmente. Hoy, 31 de octubre hice entrega de la llave del lugar donde vivi durante 13 años

¿Extrañaré algo de Catia?
Tengo muchos recuerdos, en lo personal muchos buenos. En general, muchos son malos. Creo que me hará falta el encontrar productos a bajo precio. Sin duda, en Catia todo es más económico. Pero nada de eso supera la dicha de poder vivir en paz, de estar rodeada de personas conscientes de su deber ciudadano, gente que respete a sus vecinos.

Si, extrañaré al señor de las frutas, o creo que las frutas, el pan de la panadería, el señor de las verduras y sus verduras. Extrañaré los abastos de los chinos y los precios económicos de sus productos.   
No, no creo que extrañe nada más de Catia. Es un capítulo cerrado, si me quedan muchas experiencias, muchas lecciones aprendidas.
No todo fue malo, conocí personas agradables, muy pocas pero si las hubo. Gente noble y de buen corazón. A ellos les deseo lo mejor.
Adiós Catia… te dejo, me voy a un nuevo destino, a una nueva vida.











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