En el post anterior me refería al ruido ocasionado por los humanos que se
transforma en molestia y utilicé el ejemplo de la música para demostrar como
pisoteamos los derechos de otros. En esta ocasión me refiero al ruido
indirectamente producido por los humanos y que también es un foco de
perturbación y muestra de lo mal que estamos como sociedad.
Muchos de nosotros nos quejamos de los motorizados porque se nos atraviesan
al manejar, no se paran en los semáforos, se estacionan sobre el rayado
peatonal, nos rompen el retrovisor del carro, circulan por las aceras, circulan
en contrasentido, se estacionan en las aceras, en fin la lista de infracciones
que cometen en las carreteras es muy larga, pero cuando no circulan también
generan molestias.
A tan solo dos puertas de mi casa, hay un lugar de reparación de motos, el
ruido al que estoy expuesta a diario es realmente perturbador e insoportable. Lo
peor, además del ruido proveniente las motos, el martilleo de las reparaciones,
el sonido de herramientas, el olor asfixiante de la gasolina y la grasa que
derraman en el piso, es el abuso del arrendador del local. No solo ocupa el
frente de su local, sino que estaciona las motos frente al local continuo al
suyo y también frente a mi edificio y obviamente frente a mi casa. No es tanto
el hecho de que estacione las motos en frente, sino que además las repara, todo
esto acarrea muchas otras consecuencias.
Quienes están en espera de la reparación de su moto, se instala frente a mi ventana a hablar a gritos que perturban mi tranquilidad. Utilizan un lenguaje soez, vulgar y ofensivo para cualquier ser humano, fuman y consumen licor y en ocasiones colocan música. La combinación de música alta y conversación provoca que mientras más alta está la música más se debe levantar el tono de voz para poder ser escuchado, de manera que esto genera un doble ruido exageradamente perturbador para quien no está en el círculo de la conversación. De nada sirve pedirles que bajen la voz, de nada sirve pedirles que se muevan, de nada sirve reclamar. Reclamar mi derecho a tener el frente de mí casa libre de motos y de ruido, me ha hecho ser receptora de los insultos más escatológicos que pueda haber. Sí, porque al parecer, reclamar nuestros derechos es un delito; entiendo, reconocer que estamos equivocados o que estamos violando alguna norma es muy difícil y requiere de mucha humildad. Entonces la mejor defensa es ofender, insultar y elaborar chistes con la intención de desprestigiar a quien reclama.
Quienes están en espera de la reparación de su moto, se instala frente a mi ventana a hablar a gritos que perturban mi tranquilidad. Utilizan un lenguaje soez, vulgar y ofensivo para cualquier ser humano, fuman y consumen licor y en ocasiones colocan música. La combinación de música alta y conversación provoca que mientras más alta está la música más se debe levantar el tono de voz para poder ser escuchado, de manera que esto genera un doble ruido exageradamente perturbador para quien no está en el círculo de la conversación. De nada sirve pedirles que bajen la voz, de nada sirve pedirles que se muevan, de nada sirve reclamar. Reclamar mi derecho a tener el frente de mí casa libre de motos y de ruido, me ha hecho ser receptora de los insultos más escatológicos que pueda haber. Sí, porque al parecer, reclamar nuestros derechos es un delito; entiendo, reconocer que estamos equivocados o que estamos violando alguna norma es muy difícil y requiere de mucha humildad. Entonces la mejor defensa es ofender, insultar y elaborar chistes con la intención de desprestigiar a quien reclama.
El incidente más reciente involucró a dos funcionarios
de la Policía del Municipio Libertador identificados como Liserio E y Mata J. Si, dos funcionarios que se suponen están para
defendernos, para velar por nuestros derechos, en esta ocasión se comportaron
como dos malandros vulgares con pistola y licencia para insultar. Al salir a
pedirles por favor bajaran las voz y movieran sus motos de en frente de mi
casa, se negaron a hacerlo argumentando que ellos estaban en la calle y tenían todo
el derecho a estar allí. Uno de ellos
escupió frente a mi casa una sustancia de color negro, que no me puedo
aventurar a decir que es, pero eso detonó mi molestia. Salí a lavar lo que él había
hecho, y arrojé un tobo con agua y detergente. Esto los hizo molestar y entonces revelaron su talante abusador. El funcionario Mata J
me gritó que estaba loca y que estaba falta de marido, ante tal abuso, les tomé
una foto desde dentro de mi casa, al notar que les estaba tomando fotos, el
funcionario gritó aún más alto, amenazándome con golpearme y romper mi cámara fotográfica.
“sal, para que veas lo que te hago, vieja loca, falta ‘e marido, pa’ que veas
como te rompo esa cámara” así gritó en tres ocasiones.
Reclamar mi derecho a no ser perturbada por el ruido a dos funcionarios
policiales fue la confirmación de la indefensión en la que estamos sumergidos. Son policías con licencia para ofender,
insultar, delinquir, quebrantar la ley de la manera más descarada posible.
¿A quien acudo?, ¿A dónde acudo? ¿Qué ley me va a proteger? Qué garantías
tengo de que mi denuncia no será utilizada como arma de represalia de estos
funcionarios? ¿Dónde quedan mis derechos? ¿Quién defiende mis derechos cuando son
los mismos representantes de la ley quienes la están quebrantando?
El ruido ocasionado por el servicio para motos y los otros como consecuencia de ese servicio vulneran mis derechos a la paz y la tranquilidad. La conducta de los policías es otro ejemplo de cómo los supuestos representantes de la ley pisotean la ley, pisotean mis derechos y todo sigue impune. Seguimos mal como sociedad y sin poder salir o quizás sin querer salir.