Vivo, el musical
Aquiles Baez, Albe Pérez |
Ayer, sábado 23 de julio, a las cinco de la tarde llegué a la Plaza
Altamira Sur para disfrutar de la función gratuita de la obra musical “Vivo”.
Si, debo buscar actividades gratuitas, mi sueldo de profesora universitaria ya
no me alcanza para comer mucho menos para ir al teatro o al cine que tanto me
gusta y solía ser mi principal distracción. Pensé que era la oportunidad ideal
para ver el musical del que tanto se he escuchado hablar.
Se trata de una historia elaborada a partir de las canciones del grupo
Guaco. Esta agrupación me recuerda a mi tierra, Maracaibo, la gaita, la comida,
la familia y aunque jamás me he considerado la “maracucha” más orgullosa no
pude evitar sentir nostalgia de mi tierra y todo lo que uno deja atrás cuando
decide mudarse. Y mi mudanza no fue a otro país sino a la capital venezolana. El musical cuenta con la actuación de Mariaca Semprun, Rolando Padilla y el gran Cayito Aponte.
Disfruté mucho la obra, lloré, canté, me emocioné, me conmoví; en fin, fue una mezcla de sentimientos. Sin dejar de
mencionar lo maravillada que quedé con la belleza física de la actriz y
cantante Mariaca Semprun. Solo la había visto en fotos, pero verla aunque sea
en la distancia es ver a una mujer hermosa, con una piel y un cuerpo
espectacular. Me sorprendió el talento de Rolando Padilla y me encanto ver nuevamente en vivo al espectacular Cayito Aponte.
Vale acotar que Chacao se ha convertido en mi zona de disfrute, voy a cines foros, festivales, ferias, del libro, gastronómica, y sobre todo en medio de un ambiente seguro. Durante mucho tiempo fue el lugar a donde llevaba a pasear a mis perros. Es el mejor municipio del Distrito Capital.
Total que luego de dos horas de escuchar canciones de Guaco, recordar mis
ganas de ser parte de la mejor Banda de Venezuela y recobrar el amor por mi
tierra, al final salí llena de esperanza
y con ganas de seguir en el país, con ganas de seguir haciendo mi parte para
sacar a Venezuela adelante. Me dije que al llegar a casa buscaría en Youtube
todas las canciones de Guaco para cantar las que me sepa y prestar más atención
a las letras, pues me parecía que muchas tenían mensajes muy lindos.
Toda esa emoción y entusiasmo me duró hasta que caminé hacía el metro. Al
entrar me tropecé nuevamente con la terrible realidad que muchas veces me ha
hecho considerar la posibilidad de emigrar.
Los torniquetes del Metro en varias estaciones hace mucho tiempo que no
funcionan, por lo tanto, el ingreso está libre. La estación de Altamira es una
de éstas en donde el paso es sin costo alguno, igual he observado que sucede en
Sábana Grande, Agua Salud y otras más.
El tren tardó en llegar un poco más de lo acostumbrado, en sentido hacía
Propatria. Cuando finalmente llegó, estaba casi vacío. Cuatro jóvenes entran y
se acomodan en los asientos azules, primero dos chicas y luego los dos chicos
que las acompañan se sientan sobre sus piernas. Al ingresar dos personas, un
señor y una señora, ambos con cabello blanco, les piden que les permitan
sentarse. Los jóvenes acceden no sin antes quejarse, hacer muecas de mala gana
y levantarse a regaña dientes. Deciden acercarse hacía el espacio entre vagones
y lanzarse al piso con las piernas estiradas sin permitir el paso a nadie
más.
Al intentar cerrar sus puertas, el vagón en el que me encuentro, escuché un
sonido, levanté la mirada, que había fijado en los jóvenes que mencioné
anteriormente. Me percaté de que era un fulano, de mediana edad, de apariencia
casi obesa que se interpuso entre las puertas para impedir el cierre, de tal
manera que sus dos acompañantes mujeres, quienes asumo eran su mamá y su
abuela, pudieran entrar al vagón. Nadie dijo nada, aunque todos querían decir
algo, o al menos así lo parecía. En medio de mi molestia e indignación solo
alcancé a decirle que tuviese un poco de conciencia y se diera cuanta que su
acción podía ocasionar que se dañaran las puertas, que cuidara lo que tenemos y
que tuviera más aprecio por lo nuestro.
En la estación Parque Carabobo, el tren se detuvo durante un largo rato. Se
podía escuchar una música a un volumen muy alto. Parecía que era en el andén con
destino a Palo Verde había una gran corneta o un grupo musical tocando en
vivo.
La siguiente estación, Bellas Artes, nuevamente estuvimos un largo rato.
Mientras esperábamos seguir nuestro camino se escucha la voz del operador en
caseta principal. Por el altavoz dice “se le recuerda a los usuarios que el
costo mínimo del boleto de tan solo cuatro bolívares”. Y prosigue: “al señor de camisa azul que está
en el andén con destino a Palo Verde que el costo del boleto es tan solo de
cuatro bolívares”. Nuevamente, el operador repite por el altavoz “se le recuerda a los usuarios que el costo
mínimo del boleto es de tan solo cuatro bolívares”; “al señor de camisa azul
que está en el andén con destino a Palo Verde que el costo del boleto es tan
solo de cuatro bolívares” y para cerrar se escucha la voz del operador,
obviamente con mucha molestia que dice “Lambucio”. Seguidamente, casi todos en
el vagón ríen a carcajadas.
En el resto del camino hasta Agua Salud, mi destino, fue mucho lo que pude
ver y que me hizo olvidar los bonitos sentimientos que había logrado tener
durante el musical.
Los innumerables vendedores de chucherías, las personas que piden ayuda,
las que se montan a alabar a Dios, el borracho, el que te tropieza con el
morral, el que escupe en el vagón, el que monta el pie en las paredes, el que
come, el que bebe, el que se vomita, en fin.
La realidad supera cualquier destello de esperanza que uno pueda tener y
seguir albergando. Tomará por lo menos tres generaciones lograr cambiar la
terrible situación de descomposición social causada en los últimos 20 años. No
sé si tengo las ganas o el tiempo para esperar a que esto suceda, o quizás no me quede más remedio que seguir buscando otros "Vivo", para recuperar semanalmente mis esperanzas.
Mariaca Semprun en Vivo, el musical. |
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